Hablar de esta película como un alucine cinematográfico sería flaco favor. ¿Qué hay detrás del universo fílmico de esta cinta? Solamente se puede contestar que está el genio poético de un cineasta, Federico Fellini. La noche de ayer fui embelesado nuevamente por este aluvión de trozos pictóricos oníricos que conllevan el cómo ve la realidad un artista. Palabra gastada y dada a cualquiera. El adjetivo artista a Fellini sería poco. Yo hablaría de un demuirgo, de un mago creador titiritero que maneja los hilos destinales, que vislumbra muñecos con magnitudes humanas complejas, humorísticas, vulnerables, que cuando quieren explicarse la vida todo resulta confuso. Por eso Fellini decide explicarla como un gran circo. Como esa escena final de la película «Ocho y Medio». Es un universo fílmico que al despertarme parece que el consciente busca encontrar explicaciones de ese subconsciente que fue despertado a revelarse. La maquinaria de sueños con que a veces vemos la vida se despliega en su totalidad. Es que a Fellini no podemos definirlo en dos más dos igual a cuatro, sería ofenderlo y ofendernos. El da una premisa a construir al espectador. En el caso de «Ocho y Medio», un cineasta en crisis para desarrollar su siguiente película. De ahí el mundo conflictuado de inspiración para concretar la obra fílmica va desarrollándose en un mundo de imágenes del pasado, del presente y del futuro. Todo de acuerdo al expresar de vida que guarda este director fantástico italiano llamado Federico Fellini. Ese comienzo de Mastroianni en medio de un embotellamiento vehicular, con toda la gente alrededor congelada y Marcello ahogándose de desesperación es el traducir en imágenes la rutina, el aplastante tic-tac de las grandes ciudades. Fellini te invita a volar, a crear con él su película llamada «Ocho Y Medio». Con un Mastroianni que interpreta su propia versión de Fellini (alter ego del director en la cinta) y ahí está la grandeza de este sublime actor. Entrañable su secuencia domando a sus actrices enloquecidas con un látigo. Están dos presencias femeninas maravillosas: La belleza de Claudia Cardinale y el talento de la francesa Anouck Aimée. Si el cine de Fellini atrapa, cada quién hablará de él como le plazca, porque en un universo onírico-real cada quien ve este circo llamado vida como le convenga. La música de Nino Rotta es una sinfonía ejemplar de como se crea música para cine. Cada nota es el corazón de la vida vista por el protagonista. La fotografía de Gianni Di Venanzo contiene el revelado del universo mental y sensible de esas imágenes de lugares y personajes que veía Fellini. Película altamente recomendable para soñadores hartos de la cotidianeidad y vulgaridad común.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan.
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