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500 Days of Summer», se estrenó y la fuimos a ver a la Cineteca. Con mi ex pareja.
Habíamos escuchado que era una buena película. Yo llegué con mis precauciones: pensé en algo cursi, cercano al cine lleno de caramelo de tantas películas estadounidenses.
Entre mi ex pareja y yo algo se había roto meses atrás. En realidad ya ninguno de los dos estaba interesado en repararlo.
De alguna manera, cuando nos tomamos por última vez de las manos supimos que teníamos historias distintas, que la vida habría por lanzarnos a lugares totalmente opuestos.
En algún momento de la película, lloramos. Era de lo más cursi que se podía hacer en una película así. No era que nos sintiéramos identificados ni lugares comunes por el estilo. Lo hicimos.
Me di cuenta cuando voltee y entre la oscuridad la vi. Por sus mejillas corrían las lágrimas y la luz de la película se reflejaba en ellas.
Esto que cuento es de lo más cursi y meloso, cierto. Y la película para muchos lo fue. Porque se trata de una historia de amor, y las mejores historias de amor son cursis.
No hay que olvidarnos de ello. Ahora ella tiene una hermosa niña, disfruta mucho del soundtrack de la película, la cual incluso compró en Blue Ray.
Por mi parte, yo llego a la Cineteca solo, encadenó la bicicleta, entró a cualquier película y regreso a altas horas de la noche a una casa donde no me espera esposa ni hijos.
Uno escoge su destino, sin duda, y también sus historias de amor.
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