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«La medicina es la más científica de las artes, la más artística de las humanidades, la más humanista de las ciencias», Pellegrino.
En 1937, durante la Convención de Sindicatos Médicos Confederados de la República, se estableció que el 23 de octubre se celebraría el “Día del Médico”, en homenaje al doctor Valentín Gómez Farías, quien, en 1833, inauguró el Establecimiento de Ciencias Médicas en la Ciudad de México.
Hoy, en este 23 de octubre del año del coronavirus, es más que un día para exaltar y reconocer con profundo agradecimiento a los médicos de nuestro país por su intensa e incansable labor como los encargados de dar la batalla contra este virus. Tomando en cuenta que para un médico, el objetivo principal es la salud de su paciente, aunque en eso muchas veces vaya en juego su propia vida. Hoy es un día especial para hónralos a todos, a los que están y a los que han perdido su vida en su lucha contra el virus, para estos últimos que no baste un minuto de silencio, sino que permanezcan presentes en la mente de la historia de nuestro pueblo.
La mayor lección que nos está dejando el coronavirus, es la necesidad de que nuestro país precisa proteger a sus médicos, invertir en ellos con: mejores escuelas e institutos que les garanticen las facilidades para avanzar en su conocimiento; mejores salarios que les permitan acceder a un estilo de vida digno. Pues hacer esto es garantizar: la prevención de las enfermedades, el diagnóstico y tratamiento oportuno de los mexicanos que lo necesitan.
Hoy rendimos homenaje a los médicos, no solo a los de nuestro país sino a los del todo el mundo.
A ellos, a los que su aprendizaje los va haciendo conocedores de la medicina hasta llegar a ser DOCTORES; los hombres que día a día se enfrascan en disímiles combates con la muerte. Es un homenaje a quienes tan abnegadamente sufren durante sus intervenciones, se preocupan en el curso de recuperación y sonríen de satisfacción cuando ven coronados sus esfuerzos con el restablecimiento total de sus enfermos.
Los grandes médicos nos pueden hablar de sus experiencias acerca de la muerte, de la ingratitud de los hijos, del más allá y del calvario de sus enfermedades que lentamente, como a cualquiera ser humano, los van conduciendo al sepulcro. Los médicos también sufren, también se enferman y también mueren.
La humanidad debe honrar a sus médicos, sus “Doctores”, “Maestros”, a los que su humanidad no les permitió ser maquinas ni números y cristalizaron su profesión con grandeza humana, conocedores del dolor del cuerpo y del alma, aquellos que miran y escuchan a su enfermo, sabedores de que un cuerpo enfermo es el resultado de un alma doliente.
Apóstoles de Cristo, conocedores de la arquitectura de la obra del Maestro. Benditos sean los médicos que al llegar a la senectud legan su sapiencia a las nuevas generaciones y saben retirarse a tiempo.
¡Feliz día del Médico!
Laura E. Ramos Chávez.
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