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2020, a 50 años de su muerte: Manuel Pérez Coronado, en la pluma de su amigo J. Jesús Zaragoza Pulido (*)

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Nació el día 24 de julio de 1929, de una familia humilde y fueron sus padres don Ramón Pérez Espinoza y doña Felicitas Coronado Rubio.

Infancia. Algunos niños son huraños, tímidos, pero Manuel era lo contrario: inquieto, juguetón, travieso y muy hábil en los juegos infantiles, lo que lo hizo tener muchos amigos y formar su “palomilla”. Hizo sus estudios primarios en la Escuela “Vasco de Quiroga”, donde le dieron clases maestros como Mateo G. Alfaro, Roberto Gutiérrez, las profesoras Julia y Guadalupe Espinoza y la maestra “Chuchina”. Cuando ya iba terminando la primaria, Manuel empezó a sentir honda inclinación por el dibujo y en ese tiempo don Ramón le preguntaba: ¿Qué oficio quieres aprender? Y mucho le insistía en que aprendiera un oficio, ya fuera en un taller o en una oficina; Manuel nada contestaba, el seguía asistiendo a la escuela y con mucha frecuencia se escapaba con sus amigos a recorrer las huertas y a bañarse en las aguas del río Cupatitzio.

Desde su infancia Manuel conocía el nacimiento, las caídas, los estanques, recovecos, canales, las huertas y todas las márgenes del Cupatitzio.

Adolescencia. En el año de 1944, Manuel, participa en el grupo de jóvenes que alentados por profesionistas radicados en esta ciudad, se lanza a la fundación de la Escuela Secundaria Federal de Uruapan (ESFU). Aquellos maestros muy justo es recordar al Dr. Mariano Chávez, al Dr. Luis Garibay, al Dr. Dávalos Lozada, al Lic. David Gálvez Cárdenas, al Ing. Jesús Uribe Ruiz, a los maestros, Juan Martínez y Bernardo Quesada; a don Teófilo Guzmán, al maestro mecánico Ramón Pérez Espinoza, entre otros. En 1945, con la participación del Diputado Federal José Zavala Ruiz, se logró el reconocimiento definitivo de la primera escuela secundaria para Uruapan.

En 1947, Manuel Pérez Coronado se inscribió en la Escuela de Artes Plásticas de San Carlos, dependiente de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en donde fue aceptado en grados superiores pues dominaba, para entonces, la técnica del dibujo, y en su pueblo ya lo conocían como MAPECO, por los retratos y caricaturas hechos a sus maestros y compañeros.

En San Carlos estudió de la edad de 18 a 20 años, fueron sus maestros: En pintura, Benjamín Coria; en dibujo, Antonio Rodríguez Luna; en técnica de materiales, Víctor Manuel Reyes; y en grado, el maestro Alfredo Zalce. Este último lo tomó como su ayudante y lo fue integrando en el mundo de la plástica. Alguna vez platicando con el maestro Alfredo Zalce, cuando Manuel era su ayudante, decía de él: “Es un joven extraordinario, que aprende con gran facilidad las técnicas, es dinámico, pero tiene una virtud por encima de todos sus compañeros, que fueron mis alumnos en San Carlos y que a muchos de los que nos dedicamos a las artes plásticas –escribe- verifica, tiene facilidad de palabra, curiosidad cultural y una gran inquietud social”. Zalce lo indujo a la creación de los talleres escuelas de Artes Plásticas. Todos los que lo conocimos certificamos las cualidades que su maestro descubrió en él.

Manuel Pérez Coronado practicaba permanentemente el periodismo, la crítica artística, la poesía y con mucha frecuencia dictaba conferencias por los distintos rumbos de nuestro país y en el extranjero.

Fundó el Taller Escuela de Gráfica y Pintura en Uruapan y en él continuó el calaverismo plástico –literario de don Guadalupe Posada, precursor de la Gran Escuela Realista de la Pintura Mexicana. Trabajó cinco años en el INBA en la organización de centros populares de las artes plásticas.

Trabajó en la UNESCO en el Centro Regional de Educación Fundamental para la América Latina –CREFAL- donde perfeccionó el sistema de grabado en cera –parafina- ideal para la multireproducción en el medio rural. En el año de 1953, la UNESCO publicó su cuento “Huachito y los Viejitos”, ilustrado con 44 grabados a color que son en sí una obra de arte, y que por su valor imperecedero, el Gobernador del Estado, Lic. José Servando Chávez Hernández, dispuso se hiciera la segunda edición.

En 1960, Manuel asistió a Cuba como Delegado del Primer Congreso Latino Americano de Juventudes.

Realizó una labor fecunda de divulgación y enseñanza en varias partes de la República y en el extranjero. Su obra se cuenta en importantes colecciones privadas y oficiales.

El gobierno cubano presentó su obra el 16 de Septiembre de 1967 en homenaje a México.

Manuel dejó tras de sí un historial de entusiasta luchador. Hombre que dedicó su maestría de grabador a los problemas sociales.

De su viaje por Europa trajo todo un reportaje en dibujos y pinturas y a sus amigos nos enviaba sus impresiones en tarjetas postales, descritas en forma poética, invitando siempre a la creatividad.

En México, el artista uruapense de singular personalidad, de una forma de ser enérgica y segura, pintó murales como el de Coatzacoalcos, Veracruz; el de la Planta Hidroeléctrica Cupatitzio (Salto Escondido), cercana a Charapendo, Michoacán; los Frisos del Centro de Salud de Ciudad Hidalgo; el mural del Centro Neurológico en la ciudad de México; en Orizaba, Ver., otro Centro de Salud, donde hace un canto plástico a la Madre y al Hijo con plenitud vital.

Un periodista de Tabasco opina: “Nadie se sorprenda si un día, a la orilla de un camino, en la ribera o en el mero centro de Villahermosa, se encuentra un grupo de gentes que rodean a un hombre que habla. No, no es un mitin político. Tampoco es un vendedor ambulante… Es un hombre que pinta, y cuando pinta, habla y cuando habla, pinta… Siempre sus manos están en acción, ya sea para expresar una idea en el lienzo o para fijar un concepto en la mente de quienes lo escuchan… Se trata de Manuel Pérez Coronado”.

“Pérez Coronado lleva a sus alumnos al campo o a la calle para ponerse en contacto con el pueblo y su medio ambiente…Cada cuadro es una lección, pues sobre la marcha les va enseñando las diversas técnicas que domina…Y les habla… Les habla de lo que ellos hicieron, de lo que no pudieron hacer y de lo que deben hacer las nuevas generaciones… Les dice: “Tenemos que dialogar con las formas, con los sonidos, con las líneas y los colores” tenemos que cultivar el empuje artístico plástico, paraje al surco del progreso material, con una orientación humanista”.

El poeta y ensayista Jaime Labastida escribió una presentación acertada para el catálogo de la obra mostrada en La Habana, Cuba; con motivo de las fiestas septembrinas en 1967.

Manuel Pérez Coronado pinta los objetos como los ve; mejor dicho, somete a los objetos a una progresiva efusión de color procurando mostrar, centímetro a centímetro, la capacidad que poseen de reflejar matices insospechados de la luz que, en la selva estalla agresiva; o se vuelve ceniza en la montaña, bajo nubes que agraden. La primera característica, pues, de la pintura de Pérez Coronado, es la que brota de esta violenta voluntad de sujetar a los límites que le marca el objeto. Le he visto pintar en frecuentes ocasiones y he advertido su capacidad de encontrar su color, un matiz distinto en donde mis ojos llenos de oscuridad acostumbrados a lo diario, no encontraban sino planicies sin variedad. Este pintor entonces construye una realidad que puede antojársenos limitada, o si se quiere una forma de realismo que permanece prisionera de que cánones que han sido rotos por la Escuela de París (desde Manet a los Impresionistas) y por la Escuela Mexicana, pero no natal, al menos en sus propósitos. Pérez Coronado, ha logrado a la fecha una técnica envidiable, un manejo casi completo de los diferentes elementos que constituyen la esencia de una pintura. Necesita ahora romper las limitaciones que él mismo se ha impuesto, pintar una realidad atravesando por una ideología de la transformación revolucionaria. Debe hoy transitar por el amplio sendero de la imaginación y de sus imprescriptibles derechos, y ofrecernos una realidad elevada de grado, que valga por sí misma y no por su apoyo en el objeto, porque Monalisa fue una mujer y ninguna, es decir, una mujer que adquirió la gracia singular de universalizarse, de dejar su ser ella, para ser una mirada, una sonrisa, que encierra una perspectiva interior casi inalcanzable. Porque el Hidalgo de Orozco no existió en realidad; sino que fue creado por el pincel oscuro y atormentado de José Clemente; y convertido en símbolo, llama a la revolución y al repetido incendio de lo caduco y muerto. Sobre la base de la asimilación profunda de todas las técnicas que definen su pintura, Pérez Coronado se encuentra entonces, en vías de transformación y búsqueda.

“Su profesión de artesano-artista –opina el Dr. Daniel F. Rubín de la Borbolla- lo llevó a descubrir los valores profundos del arte en general y del arte en popular especialmente. Promovió con artículos, publicados en periódicos michoacanos y con gestiones ante autoridades de diverso nivel la conservación, defensa y desarrollo del arte popular michoacano. Juntos asistimos al Primer Congreso Nacional de Artesanos que se celebró en la ciudad de México en 1969, y algunas de las más importantes resoluciones que se tomaron se deber a la participación que tuvimos él y yo en ese Congreso” Juntos logramos pactar un político a algo de tan gran importancia para los artesanos en lo que respecta a su seguridad y desarrollo. Posteriormente defendió con tenacidad un programa que fue aceptado por el Gobernador de Michoacán, el magnífico programa que los colaboradores del mandatario provincial desvirtuaron, logró en los últimos años fundar un taller en Uruapan donde encaminó a los muchachos que con él trabajaban a romper la frontera entre arte académico y arte popular. En ese taller se hicieron magníficos trabajos de escultura en hierro y en cantera. La muerte lo sorprendió cuando estaba poniendo los cimientos de un taller similar en Pátzcuaro. En la última conversación que tuvimos a mediados de diciembre último me hablaba con auténtica pasión de esa posibilidad de volver la situación antiacadémica que privó durante el Renacimiento, epoca en que el artista sentía la necesidad de ser una gran artesano… Creo que en ese sentido la personalidad de Pérez Coronado se equipa a la de Leopoldo Méndez.

Dentro de los ensayos de Mapeco que escribió recordamos algunos que por su elocuencia nos manifiesta sus participaciones sobresalientes: “Esbozo de Ideario para los Talleres Escuelas de Artes Plásticas”, “Los Divinos y los Malditos”, “Sobre lo Abstracto y lo Concreto”, “Los Músicos y los Pintores”, “Sobre la Pureza del Arte”, “El Arte y su Abstracción” y “Plástica Pura en el Desastre Puro”.

De esos ensayos extraemos algunas frases sueltas de este artista uruapense, comunicativo y solidario: “…El arte no es tan solo un juego, sino algo tan serio como la cirugía y la energía nuclear, y tan indispensable en la vida del hombre y de los pueblos, como el pan y el sol…” nos pronunciamos por un arte al oficio y de claros valores comunicativos, sin decir con esto que la llamamos “Estética”, experimental o realista, evita asomarse a la considerada Estética Pura. Estudiaremos el arte que ha vivido siempre entre las dos tendencias: La Materialista y la Idealista; pero emplearemos la pedagogía clásica, que entrega a los estudiantes conocimientos teórico-prácticos en el procedimiento mismo de una producción espontánea o dirigida, ya sea individual o de grupo para que se comprenda mejor la naturaleza del ser estético y ser social, porque el arte por el arte y la ciencia por la ciencia es una estafa política y humana.

En un taller escuela como el nuestro se librarán batallas de inteligencia y de sensibilidad, por las mejores causas del pueblo y de la humanidad, porque un taller escuela debe ser laboratorio del alma colectiva o la causa del entusiasmo creador, donde quedan abiertas a todas horas las ventanas de la poesía, para que el campo entre en armonía junto con la luz como quisiera Antonio Machado.

¡Cuánto crimen en nombre del “cosmopolitismo”, del “universalismo”, de lo divino y de lo moderno! Vivimos bajo una retórica plástica, artístico-literaria, tramposa, enfermiza y subjetivista. “Si ha todas luces es peligroso el nacionalismo cerrado, el chovinismo político no lo es menos, ese internacionalismo esteticista falso, que no aporta nada positivo para rememorar ni enaltecer nuestra realidad nacional. Esos intelectuales exquisitos, amafiados bajo marquesinas y suplementos inculturales de mucho éxito social y comercial, llaman “Cortina de Nopal” a ese México irredento que existe en gran parte a pesar de la revolución de 1910, donde sufren o combaten los verdaderos hombres. Porque es innegable que existe la miseria, la ignorancia y el atraso general, a pesar de la próspera iniciativa privada y oficial. Pero nosotros si queremos ser peones del nuevo humanismo, debemos recodar que los grandes momentos de la humanidad y del arte siempre han sido impulsados por una moralidad revolucionaria, que tiene como objetivo la felicidad y el triunfo de una inmensa mayoría.

“Su actitud, su obra, su personalidad no deben olvidarse –dice Sol Arguedas-; el reconocimiento de los michoacanos debe convertirse en un reconocimiento nacional. Hay que reunir todo lo suyo para que todo México lo conozca”.

Manuel Pérez Coronado amó profundamente a su pueblo y por ello fue uno de los más prolíficos pintores de México, a quien sólo le aventajó el maestro Diego Rivera.

Aún no se ha valorado la obra plástica y literaria de nuestro gran Mapeco, pero nadie quiere vender un cuadro suyo, aún se le siente y se le ama. Sigue viajando por el territorio nacional y por el extranjero, como esclavo de la luz, de las formas y el color.

En estos tiempos de atmósfera gris, a pesar del smog que todo lo ensucia y lo envenena; persiste el calor y dibujo de la fuerza de Mapeco (movimiento y luz en ebullición) al calor de la inquietud encontrada permanente transformación creativa, palabras y mayores, transparencia del agua “Cupatitzio”. Allí en el rincón de un salón de su escuela están el caballete, la paleta y los pinceles, el morral de lápices esperando, y las mazorcas de maíz multicolores en manojo cuelgan en espera de desgranarse y germinar; el apacible retrato a lápiz del poeta Juventino Herrera. El “Che” Guevara de rostro luminoso delante de penumbras vislumbrados horizontes. La Mujer Desnuda mostrando su sudor, el Soldado Invasor clavado en bayonetas de acero y luego conmoviendo al dolor. Grabados donde asoma la tarde como muralismo, pintar en la cúpula maravillosa del Palacio Clavijero, le alentaba el Lic. Carlos Gálvez Betancourt. Ya radicaba en la ciudad de México, era cosa de adaptarse a un canto al amanecer o a la lucha férrea del hombre por ser historia, buriles, pinceles, espectador, madera, metal, hierros, linoleums, colores, prosa y verso, la multitud y el niño, la naturaleza en el tiempo para seguir viviendo a pesar de la muerte…Para los niños, cuando niño asomaba en sus pláticas: Esopo, lo sorprendió Durero en sus ilustraciones de las novelas ejemplares de Cervantes; y cuando el maestro don Juan Barrientos R., le decía Manuel, no le tangas miedo al color, dibuja y pinta, el arte no tiene límites, pinta lo que quieras y como quieras, y el primer cuadro fue: Beethoven. Terminada su secundaria fue al Distrito Federal, en compañía de su inseparable y fraternal amigo Pepe Vega Cendejas, viviendo en bujardillas y alimentándose muchas veces de lo que generosamente le daban sus amigos o en los comedores públicos previa fumigación a la que todos los comensales de esos centros del gobierno tenían que someterse, pues allí ocurrían los más paupérrimos del D.F. Manuel recordaba a Hipólito Laive en su “Filosofía del Arte”, y había quedado sorprendido, no imaginaba que “El Tío Terre”, aquel hombre de cuerpo luchador gigantón  y tosco, estudiante de primer año de medicina le hubiera recordado tal obra, aún más, cuando había hablado de la plástica mexicana. Manuel Pérez Coronado participó en la fundación de periódicos estudiantiles en Uruapan: “Germinal”, “Golondrinas”, “Calaveras de Uruapan”; en Morelia participó en el Grupo Morelos, donde también ilustra y escribe en el periódico “Cauce”, fortaleciendo el esfuerzo de Alfonso Espitia Huerta, Prisciliano Talavera Espinosa, Carlos Arenas, Francisco Ayala, su hermano Arturo, Adolfo Mejía G., Tomás Rico Cano y de otros preocupados por superar las condiciones socioculturales de la Universidad y del pueblo michoacano. Mapeco se preocupó por abarcar la cultura universal, y como conoció a los clásicos helénicos, romanos, españoles, ingleses y franceses, toda la cultura occidental. Cultivó la amistad con el más humilde campesino hasta el más encumbrado político o financiero.

El Lic. Emilio Romero Espinoza lo llevó al sureste y pinta en Coatzacoalcos el mural como homenaje Benito Juárez, hace un canto a la paz. Recorrió la costa chica de Guerrero en donde hizo reportaje de los pueblos de “Negros”. En la costa chica de Guerrero, gobernadores y presidentes de la República, políticos, banqueros y gente del pueblo conservan su obra.

Viajero incansable, recorrió Europa; allí se encontró con él Santiago Cendejas Huerta, recorrieron las partes bajas y Alemania Oriental.  Aurora, su esposa lo acompañó, allá fue cuando ella comprendió profundamente no a su esposo sino al artista compañero de su vida, había recorrido los principales museos y obras monumentales de la plástica europea: La Capilla Sixtina Lombre, El Escorial, etc. tenía en mente ya proyectado su ambición más grande. El proyecto abarcaba el muro central, allá estaría “Morelos y su Ciudad”. Era necesario contestar una interrogante, ¿qué pensaría el patricio si viviera en este tiempo? La solución conjugaba las distintas facetas de nuestra historia, desde la Epoca Precortesiana, la Colonia, la Independencia hasta Lázaro Cárdenas. Manuel conjugaba a los héroes más grandes de nuestra historia: Cristo, Cuauhtémoc, Morelos, Marx, Zapata, Cárdenas, “Che” Guevara, fuerzas inconformadoras de la historia. Las actividades políticas de Manuel siempre fueron acordes a su filosofía del materialismo dialéctico cargados de un profundo humanismo.

No podemos olvidar que participó en la restauración del Partido Comunista en Uruapan, del cual se alejó cuando encontró entonces que no era posible avanzar con lo que él llamaba “Monjes del Marxismo”. Participó en la estructuración del Movimiento de Liberación Nacional, luchando al lado del Gral. Lázaro Cárdenas. Nunca creyó en la sinceridad de la mayoría de los sacerdotes, pero entre ellos tuvo grandes amigos: El Dr. José Zavala Paz, exquisito poeta y escritor; el padre Juventino Méndez Peralta, valiente, inconforme y emprendedor.Manuel Pérez Coronado requiere de una biografía porque, como él decía, “esclavo de la luz”, no era porque solamente gustaba contemplar amaneceres o crepúsculos, sino porque la luz de la cultura universal escudriñaba los más claros horizontes de nuestro pueblo y de la humanidad. Manuel hubiese muerto con la metralleta en las manos por las causas populares, pero desgraciadamente, para nuestro pueblo, falleció un 30 de diciembre. Hace siete años en accidente automovilístico, viajando sobre un autobús de primera, iba en auxilio de su padre enfermo, le acompañaba su esposa. En un momento se difundió la noticia, todo Michoacán vistió de luto y allí donde se velaron los restos de Tata Vasco, las quejumbrosas voces de las chirimías y el resonar de los tambores el 30 y 31 de diciembre de 1970 en la Huatápera, despedían las ya quietas manos y los amados ojos del gran Mapeco a quien todavía lo imaginamos enseñando lo que se debe hacer y escribiendo sus artículos incendiarios para el semanario Comentarios del que fue un fiel colaborador. / Jesús Zaragoza Pulido (director del Semanario Comentarios), Uruapan, 1977.

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